lunes, 1 de octubre de 2012

ESPIRAL




Hace tirabuzones con su pelo enrulado del lado izquierdo  durante un rato, y, me acerco porque  sonríe, porque resulta gratificante ver a  alguien sonreír  en la ciudad,  a solas, como si  hubiera  decidido que  lo externo  no   va a invadir su  estado de ánimo. 
El agua,  a pesar de la creciente cerril no llegó hasta la orilla, pero se respira en el ambiente a borbotones como un sudor espeso.
Hace frío  y me pregunto por qué habrá decidido sentarse  justo en el medio de un banco tan largo y   me respondo inmediatamente que yo, hubiera optado por sentarme en uno de los extremos, ya  sea que esperase a alguien, o no.  Es poco el abrigo que lleva puesto dada la escasa temperatura de este septiembre  extraño.
El viento ribereño  juega con sus rulos    y parecen disfrutar del clima.  Me digo que el sol agudo y  húmedo  del mediodía  no le ocasiona ninguna incomodidad por los lentes oscuros  que me impiden ver su mirada.  Me impiden  ver si me ha visto o no.  Me impiden saber si sus ojos son  café o celestes o verdes o  miel. Chispeantes o abstraídos.   Me pregunto  si he de hablarle  para escuchar su voz  y   me digo que no tengo derecho alguno  a  interrumpir eso que le pasa  y que tanto parece disfrutar.  
El agua,  acaso por la hora,  ha comenzado a  retirarse  y huele a septiembre, extraño pero septiembre al fin,  con su inconfundible aroma. 
Enciendo un cigarrillo,  sigo observando  su figura   y su pose que  en todo sentido contrasta con lo  circunspecto de esa poca gente  que va y viene quien sabe hacia dónde sin percatarse de su existencia.  Ni de la mía.   Se recuesta en ese banco largo con un desinterés envidiable  y,  al colocar  sus  manos delgadas cruzadas bajo la nuca, parece haber encontrado  la  posición ideal para  continuar inmutable, acaso en un mundo de sueños  o tal vez en un mundo de realidades inasibles. 
El agua con su sonido líquido en movimiento  ha variado su curso,  su presencia constante,   ahora se desdibuja.
Miro el reloj y  sólo atino a encender otro cigarrillo para regresar mientras me doy cuenta del tiempo transcurrido  que no ha  pasado.

3 comentarios:

Daniel Angel Ríos dijo...

Una pincelada de cierta situación cotidiana, que lleva el misterio de no decirnos si los personajes son hombres, mujeres, o un hombre y una mujer, sin saber tampoco cuál es cuál.
Muy bien escrito, me gustó. Felicitaciones.

Iris Leda dijo...

Un relato en el que el tiempo no pasa. El transcurrir esta dado por el pensamiento del protagonista. Me gust'o mucho Adeli, diferente y bien escrito.


Un BF.

Anónimo dijo...

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