martes, 30 de agosto de 2011

LETRAS EN EL AIRE

Es un día cualquiera, no sé bien cuál y en realidad, no me importa. Ignoro si es de noche o si el sol brilla al otro lado de mi ventana, desconozco en qué estación del año estoy, en qué época y, dónde, sólo sé que me atrapó el título del cuento y he de leerlo ahora mismo. Es lo único que quiero hacer en estos momentos.
Lo busco y siento el crujir de las hojas del libro entre mis manos. El índice indica página 137; a ver… ¡sí!, aquí está. Qué extraño, el cuento comienza diciendo, “es un día cualquiera, no sé bien cuál y en realidad, no me importa.” Qué extraño, sí…
El papel todavía es suave al tacto aunque se nota que no soy la primera persona en leer el cuento, y desde su suavidad me invita a adentrarme en la historia. Veré pues de qué se trata.
Frente a mí: las letras. Comienzo a discurrir entre ellas y el argumento me lleva a una casa antigua y enorme, con paredes de piedra, techos de teja, y pisos de madera. No es lujosa, sino robusta, como robustos son sus muebles y a la vez, rústicos. Es de noche y la casa está a oscuras, aunque hay un tenue resplandor saliendo de una de sus habitaciones. A la izquierda. Es la cocina. Hay allí un viejo sifón de vidrio verde sobre una mesa de madera, una heladera a hielo, un televisor blanco y negro, una radio a válvulas, una cocina a kerosén, una muñeca de trapo tirada en el piso, y un disco de pasta roto en tres partes que ya no sonará en el combinado. También hay una estufa a velas y en el piletón de azulejos celestes, una tabla de madera para lavar la ropa. En el piso de baldosas de terracota descansa el armazón de caña de un barrilete que alguien está construyendo, y junto a él, un plato con engrudo; hilo ovillado en un palito de madera; dos papeles de color, uno azul y otro rojo; una tijera; y una tira de trapo que sin dudas pronto será la cola del barrilete.
La débil luz de la lámpara a kerosén que cuelga de un clavo sobre la pared, crea una penumbra que no me permite distinguir bien. Me pregunto dónde estará la gente de la casa. Parece no haber nadie aquí.
En la espaciosa sala de la derecha todo está en orden, aunque el cuadro que muestra a una joven mujer con un niño y una niña a su lado, se encuentra algo torcido. ¿Será ella la señora de la casa; el chico quien está haciendo el barrilete; y la pequeñita la dueña de la muñeca? Encenderé las luces para ver mejor el cuadro. Aquí está el interruptor…
¡Nada!... no prenden… ¡Pero qué tonto soy! En la cocina está ardiendo la lámpara a kerosén. Seguramente se ha cortado la electricidad y por eso no hay nadie en la casa. La mujer debe haber ido a buscar ayuda, junto con sus hijos, que no habrán querido quedarse solos en un caserón prácticamente ganado por la oscuridAY!... ¡CUERNOS!... El aullido de un perro… ¡O de un lobo!... Casi me da un infarto.
¡Calma!... calma… Sin dudas mi instinto tenía razón: el cuento es atrapante. Seguiré leyendo.
Suspendidas en el aire, a mi paso las letras me rozan suavemente sin abandonar su lugar. Son incontables. Mayúsculas, minúsculas, de imprenta, y cursivas. Y también hay números; arábigos y romanos, igual que hay miles de signos de puntuación.
Tras la ventana de la sala se ve la luna redonda y brillante en el cielo más negro que jamás tuve ante mis ojos... ¿¡Qué es eso!?... Sombras que se mueven en las cercanías. No llego a distinguirlas. Parecen seres monstruosos que vienen hacia acá… ¡Ah, no! ¡Qué susto! Sólo se trata de árboles agitados por el viento.
Con la ayuda de la lámpara a kerosén voy a recorrer la casa. Para seguir con la lectura. Trataré de no quemarme. A ver… ¡Eso!... la tengo. Ahora, sí. Iré por ese corredor, seguro que da a… ¡pero!... ¿qué pisé?... La tijera... ¡Santo Dios! Está manchada con sangre. Y hay gotas de sangre en el piso. Van hacia el corredor. El cuento gana en suspenso. Hice bien en leerlo. Veremos qué encuentro en el pasillo.
Despacio… despacio. Está muy oscuro. Puertas y más puertas, y esas letras flotando en el aire que me rozan. Espero no toparme con una araña y pensar que es una letra. O un murciélago, que sería peor… ¡Bah! No sé qué sería peor.
De todas formas no debo preocuparme, yo sólo estoy leyendo el cuento. Nada me podrá suceder. A lo sumo si me atemorizo cierro el libro y listo.
Cruje el piso de madera bajo mis pies, y este corredor es mucho más largo de lo que pensé. Parece no tener fin, y las gotas de sangre aún continúan.
Lamento no traer reloj. Ya perdí la noción del tiempo que llevo aquí. Las letras en el aire me siguen rozando aunque ahora con más fuerza. Parecen manos…
¿Dónde estarán la mujer y los niños del cuadro? Ya es tiempo de que hubieran vuelto, creo.
Espero que esta lámpara no se apague, porque a solas y en la oscuridad, no podré seguir leyendo.
¿¡A solas, dije!?... Parece que no lo estoy tanto. Empiezo a escuchar voces a lo lejos, aunque no llego a comprender qué dicen. Sin dudas me llevan hacia ellas el corredor, las gotas de sangre, y las letras en el aire. Seguiré caminando. La intriga se ha apoderado de mí. Quiero saber más.
Otro poco, ¡vamos! No puede faltar demasiado. Quizás por este pasillo llegue al final del cuento. Presiento que debo estar acercándome pues hay ahora un hedor inquietante y el aire parece espesarse.
Las voces se hacen más fuertes. Parecen venir de abajo, pero… ¿De dónde?...
¡Un momento!... aquí hay una tapa en medio del corredor. Seguro conduce a un sótano. La abriré…
¡Eso es! Ahí está la escalera. Tan larga que no llego a ver dónde termina. Las paredes están húmedas y las letras en suspenso realmente parecen manos que me empujan hacia la garganta oscura del sótano.
Estoy empezando a pensar en cerrar el libro…
¿Y estos cuadros?... Parecen obra del mismo artista que pintó el de la mujer y los niños que vi en la sala. Cuadros colgados a lo largo de la pared de la escalera. Uno junto a otro. Voy a bajar...
He perdido ya la cuenta de los cuadros que hay aquí. Son todas pinturas de rostros. Mujeres, hombres, niños, ancianos, jóvenes, antiguos, presentes…
¡Las voces!... Ahora las escucho con claridad. Me dicen que huya mientras pueda, que el cuento realmente atrapa. Ahora veo los rostros de los que me advierten. Es la gente de los cuadros.
¡Pero!... ¡La lámpara!... Estas malditas letras en el aire me la han arrebatado de las manos. Se la llevan de vuelta a la cocina, y un grupo de ellas cuelga una nueva pintura en la pared de la escalera. ¡Es mi retrato!... ¿Cómo lo hicieron?... ¿Cómo lo hicieron?...
Ahora cerraron la tapa del sótano. Esto es demasiado. Por más atrapante que sea el cuento ha llegado el momento de que yo cierre el libro definitivamente.
¡Mierda!... ¡El libro!… ¡El libro!… Nunca podré cerrarlo. También me lo han quitado las malditas letras en el aire…
***
¡Hasta el próximo cuento!

domingo, 28 de agosto de 2011

OTRO TIEMPO, OTRA VIDA. - C/Daniel


Tarde lluviosa que anima los recuerdos de un tiempo pasado. Malena toma en sus brazos la muñeca de trapo. Paliativo inmediato de la frustración causada por la necesidad del hijo que no llegará a cumplir. Hoy sus años lo impiden. Enciende la estufa a velas que rápido calienta el ambiente. Sin embargo persiste el frío de la soledad. El sifonazo de una triste melodía con sabor a tango se escucha en la vieja radio que aún no la abandona. “Malena canta el tango, como ninguna…” Una sonrisa ilumina por un instante su rostro, sabe que no es la misma de la canción, pero juega a serlo. Le hace bien. Por un momento se siente nombrada. No está sola. “… y en cada verso pone su corazón, corazón, corazón,…” Recuerda el disco rayado, su padre y la bebida, la bebida y su padre. Su madre lavando ropa a mano en la vieja tabla de madera indestructible. Ropa de gente extraña que pagaba por el servicio y con eso comía, siempre que no le faltara kerosene a la cocina que les dejaba el estómago satisfecho, pero aburrido de guisos y fideos escasos. Abandonó a sus padres para casarse. Recuerda que la familia de su madre juntó plata para el regalo. Así pudo tener un televisor en blanco y negro y una heladera a hielo color marfil. Nunca pudo desprenderse de estos pobres bienes materiales. Era todo lo que le quedaba del amor de su vida, Juan su único amor. Un Juan que la abandonó sin querer a los seis meses de casados. Un imprevisto. Su muerte.
A Malena la entristecen los recuerdos pero la acompañan. Abre la ventana, respira hondo, el sol se proyecta en un barrilete imaginario que la lleva a volar, tal vez buscando nuevos sueños o los que aún no llegó a cumplir, en esta otra vida que comienza hoy.

miércoles, 24 de agosto de 2011

RECUERDOS CERCANOS

Homenaje a Jorge Luis Borges, en el 112 años del aniversario de su nacimiento.
Al Maestro Con Cariño,
Alicia.




viernes, 19 de agosto de 2011

Consigna

Propongo escribir un cuento cuya historia mencione a:

Un barrilete, una muñeca de trapo, una tabla de lavar la ropa, una cocina a kerosene, una heladera a hielo, un televisor blanco y negro, un sifón de vidrio, una radio a válvulas, una estufa a velas, y un disco de pasta.

PAPEL PICADO

Nostalgias de las cosas que han pasado
Arena que la vida se llevó
Pesadumbre de barrios que han cambiado
Y amargura del sueño que murió.

¡Mi bolsa de papel picado! ¿Dónde te habías metido?
Durante años la busqué para botarla, despedirme, no solo de ella sino también de todos los recuerdos.
A veces pienso que las cosas tienen vida propia, pero con un transcurrir más lento y tranquilo que las nuestras y cuando tratamos de encontrarlas cambian de lugares o se esconden en los sitios más insólitos.
Tal vez habría que hacer como dice mi amiga; -tenés que disimular que las buscás y entonces verás que aparecen solas... -No pretenderás quedarte a vivir sola en semejante casona... -me dijo en otra ocasión y agregó -a ver si te violan...
-Nunca me violarán -contesté -porque al primer intento inmediatamente digo ¡sí, si! y con una sonrisa desarmo mentalmente al agresor.
De todos modos me propuse vender la casa y mudarme a un departamento. De ningún modo entrarán todas las cosas que se fueron juntando en cuarenta años de matrimonio; tenía que deshacerme de algunas de ellas. Los cuadros que trajimos de París me tienen podrida; la torre Eiffel, el Arco de Triunfo, y el Sacro Coeur; los regalo.
El afiche de publicidad de una corrida de toros en la arena de Madrid “Seis Toros de Lidia Seis” con el nombre de mi marido impreso entre los toreros Curro Romero y Espartaco; fuera. Las botas para vino que trajimos de Pamplona, deben estar resecas; se van, junto al par de castañuelas “Filigrana”.
Las figuras en hierro negro de Don Quijote y Sancho Panza de Toledo, se vuelven a La Mancha.
La ornamenta de ciervo de 12 puntas, de Bariloche, que él nunca cazó, las dono al club. Le expliqué a mi marido que en la edad media era la señal del marido cornudo, que era autorizado a cazar en los bosques del príncipe, pero igualmente la colgó en el quincho.
También le regalo al club de pesca el enorme pejerrey embalsamado que compró por internet. La colección de caracoles de Mar del Plata se vuelve al mar. Una pala ancha, un rastrillo y un escarpidor los abandono en la vereda. ¡Adiós a la tierra!
Las tres botellas triangulares vacías de “limoncello” de Italia; también, a la vereda.
La gallina de cerámica de vivos colores; al gallinero. Las seis cucharitas colgadas, una por cada país que visitamos; me las llevaré. Cada vez que las miro recuerdo cuando dormíamos haciendo “la cucharita”. Sinceramente, me arrepiento de los codazos que le di cuando comenzaba a entusiasmarse, siempre con alguna excusa; “¿sabes la parva de ropa que me espera para lavar?”
¿Tengo yo la culpa que tan pronto se nos fuera la pasión?. El bikini y el corsé de ocho varas se los dejaré a la muchacha. Por más que me lo ajustaba nunca pude conseguir “cinturita de avispa”. Agregaré la peluca rubia que me encanta, pero que no me queda, un par de zapatos “topolinos”, los pantalones “Vichy” en cuadraditos blancos y negros, ligueros, ligas y bodies. ¡Ah! Y también los breech “Horseland” de cuando Él quería que practicara equitación. Los caireles y bolitas de vidrio incrustadas en el cemento del toilette, quedarán allí. ¡Jamás me gustaron!.
La bolsa con papel picado, azules, verdes y rosas la guardaré. Nunca me olvidaré de aquel carnaval; entre lo sagrado y lo profano. “Cruza del palco hasta el coche, la serpentina nerviosa y fina, como un pintoresco broche, sobre la noche del carnaval” Aquel domingo de carnaval, el salón del club, estaba con todas sus luces, adornado con guirnaldas, serpentinas y globos, un lugar para la comparsa y en el escenario la orquesta típica para “animar el baile.” Que al decir de Alejandro Dolina “es una reunión de gente triste que busca consuelo” Y ahí estaba yo, es cierto, tal vez buscando un hombre que me consolara. Me había puesto el vestido de raso celeste bordado con lentejuelas tan ajustado al cuerpo que sin cinturón marcaba muy bien mi cintura, y un antifaz de seda negro con unas plumitas blancas. En mi cartera una bolsa de papel picado azules, verdes y rosas para tirar al galán, recién después de la medianoche cuando nos quitábamos el antifaz. Recuerdo cuando bailando el tango “Siga el corso” creo que así se llama, repetí; “yo soy la misteriosa mujercita de tu afán” Y él me susurró al oído: “No finjas más la voz, abajo el antifaz, tus ojos por el corso, van buscando mi ansiedad... descúbrete, por fin... tu risa me hace mal, detrás de tus desvíos, todo el año es carnaval.”.. Muy de madrugada, caminando por las veredas de tierra o contando las baldosas, me tomó de la mano, después del brazo y nos besamos en la puerta de cada zaguán desocupado. Mas tarde, sola en mi dormitorio me di cuenta que aún tenía sin abrir la bolsita de papel picado. En aquel momento simplemente pensé que no había necesitado de ese artilugio para enamorar a mi galán y la guardé no sé dónde. Después hubo otras salidas, otros zaguanes, pero un solo amor por más de cincuenta años. La bolsa de papelitos picados, azules, verdes y rosas, que encontré sin buscar, no la tiro ni la regalo. La guardaré en la cómoda con mis interiores. ¿Me traerá suerte? ¿Quién sabe? Quizás la use en el próximo carnaval.

Sur – Tango 1948
Música Anibal Troilo
Letra Homero Manzi
Siga el Corso – Tango - 1926
Música; Anselmo Aieta Letra: F. García Jiménez_________________

miércoles, 17 de agosto de 2011

LA PIRÁMIDE INVERTIDA

La planicie me lo dejó ver. Allí estaba.
Era él. Lo reconocí en el andar pausado.
Cuando a su lado pasaba la vida
en seres extraños que no me veían.
Él si.
Su mirada lo dijo todo, no necesité más.
Nos casamos.
El suelo se elevaba por tramos y me impedía ver.
Los desacuerdos casi tapaban la entrada al amor.
Ya no era.
Sin embargo lo seguí buscando,
en cada palabra escondida,
en la mirada oscura, en el abrazo tieso.
Y no estaba.
Es que en el punto más alto, sólo se veía él.
y no bajó los ojos para verme.



martes, 16 de agosto de 2011

BIBLIOTECAS...

EL SOCIO

Los faros de un automóvil cortaron como navaja recién afilada la espesa negrura de la medianoche. Repentinamente…
-¿Qué fue eso?
El solitario y asustado conductor le imprimió velocidad al vehículo, y se perdió en el horizonte de la carretera que cruzaba Dange.
Al día siguiente, un vecino del pueblo apareció muerto a dentelladas atacado por un animal que evidentemente no era de la zona.
Hacía tiempo que allí venían sucediendo cosas extrañas: una niña desapareció tras las puertas de su placard; alguien vio a tres mosqueteros esperando turno para batirse a duelo con un joven atrevido; los molinos de la campiña aparecieron dañados; ahora aquella muerte horrible.
Días después, el bibliotecario del pueblo corrió a la comisaría espantado. Ocurría que se había dado cuenta de que los ejemplares de Alicia en el País de las Maravillas, Los Tres Mosqueteros, Don Quijote, y El Hombre Lobo; misteriosamente estaban en blanco. A su turno los había llevado un socio de la biblioteca. Alguien recién llegado a Dange. Un hombre extraño que acababa de retirar un ejemplar de Dr. Jekyll y Mr. Hyde…
                                                                              

EL ABUELO MAXIMINO

                Maximino era un hombre anciano. Viudo; elegante; culto. En otros tiempos alcanzó buena posición económica y social, pero lo empobreció cierta decadencia en la economía de su país. Así pues, sus hijos emigraron y sus nietos sólo fueron vocecitas en el teléfono, y un álbum colmado de fotografías.
Solitario concurrente de la biblioteca de su ciudad, un buen día apareció allí de la mano de un chico de alrededor de 11 años, que jamás dejaría de acompañarlo.
            Tres veces a la semana se encontraban en la puerta de la biblioteca, y una vez adentro, Maximino ponía varios libros ante los ojos del jovencito. Una hora después, se despedían en las escalinatas de la calle.
            Ayer, con 18 años, el muchacho entró solo a la biblioteca…
-¡Hola, Nahuel! -saludó el bibliotecario- ¿Hoy no vino don Maximino?
-No... Falleció el martes.                                    
-¡Oh!... ¡Cuánto lo siento!... Es dolorosa la muerte de los abuelos.
-Yo lo llamaba abuelo pero no era mi abuelo, señor, aunque me duele igual. Fue más importante que el padre de mi padre. El abuelo Maximino… me enseñó a leer.

                                                                  
ASESINO SERIAL
        
            Mabel, Andrea, Ana… todas violadas y estranguladas. Un psicópata homicida de prostitutas andaba suelto, y la policía lo buscaba intensamente.
            El caso se complicó cuando fue ultimada una alumna del normal 23, y terminó de enredarse con las sucesivas muertes de: la esposa del intendente, la farmacéutica, la solterona dueña del locutorio, y la presidenta de la Comisión de Madres de la Sociedad de Fomento.
            Las vidas de las víctimas no guardaban similitud; la pesquisa estaba estancada; y el terror se instaló entre las mujeres del pueblo.
            Un nuevo crimen aportó la primera pista. Lo último que hizo la víctima fue ir a la biblioteca para devolver un libro, que por ser discreto, su amante el bibliotecario no registró como retirado por ella, pero, al revisar éste la ficha de aquel volumen, comprobó atónito que bien podría ser el listado cronológico de las víctimas del asesino serial…
            Haciendo de señuelo, una mujer policía se llevó hoy el libro fatídico, y comenzó la caza del “lobo”. La última muerte era la de sor Encarnación, y la obra en cuestión… El Kamasutra.

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¡Hasta el próximo cuento!

lunes, 15 de agosto de 2011

AMORES BREVES *

El signo del amor es a veces, una boca rasgada por un collar de dientes riendo.
Un cuerpo desnudo que brilla tanto como los besos que enciende. Hay un corazón que irrumpe, clamando manos que se inflamen de caricias. Es el eterno juego de la seducción. Se desliza la fascinación que como una chispa hace arder hogueras.
El apasionamiento, comienza y recomienza. Los amantes se susurran notas ardientes. Se subyugan, se estafan, se manipulan, se dejan devenir, gozan. Palabras zigzagueantes caen como gotas lujuriosas en los oídos apasionados.

Los mutuos engaños nunca antes, les parecieron tan rumorosos. El hombre siente que el placer le recorre el cuerpo. La mujer se halla erguida sobre su sexo, como un junco flexible y bello. Los relámpagos desataron el clímax.
Sus brazos, son huecos. Se entrelazan las caderas. El mundo, gira lento.
El tiempo se hace infinito. Ternura efímera, caricias que no pervivirán.
Son seres de querer errante. Este juego se ha cerrado.
El amor eterno de una noche irá a abrevar a otras pieles.


* Prosa poética publicada. Editada para la presente entrada.

SOBRE BUENOS AIRES UN SABADO MAS

El ómnibus detenido en un hotel de Retiro espera a las casi treinta mujeres españolas que llegaron a Buenos Aires para participar del IIº Congreso por los Derechos Cívicos de la Mujer. Habían contratado para esa tarde de sábado, una visita guiada a la bóveda del Cementerio de la Recoleta dónde descansan los restos de María Eva Duarte.

Ubicadas las damas en sus respectivos asientos, la guía tomo el micrófono y dijo:

-Hola Buenas tardes. Les doy la bienvenida a Buenos Aires. Yo soy Nancy , el es Mario y las voy a acompañar al Cementerio de la Recoleta para ver la Bóveda 42 de Evita, como la llamamos los argentinos y el mundo.

Entonces el bus se llena de tango. Por sobre los acordes del bandoneón que perteneció al Gordo Troilo, y que los hace el mismo Piazzolla, se escucha la voz de Eladia:

ARGENTINA - BUENOS AIRES
“Me sucedo en su sangre, lo adivino.
Y presiento en mi voz, su propio eco.
Esta voz que una vez, me sonó a hueco
Cuando le dije; Adiós “Nonino.”

El ómnibus tomó hacia el centro y dobló por Balcarce .
-Esta es la Plaza de Mayo y a la derecha la Casa Rosada - dijo la guía.
-¡Ese es el balcón de Evita! -exclamó una pasajera y entonces, con voz preciosa y buen acento español comenzó a cantar:

“No llores por mi Argentina,
mi alma está contigo.
Mi vida entera te la dedico
no te alejes, te necesito...”

A Evita la vi en el año 47 en la Plaza Oriente de Madrid -dijo una mujer mayor -y agregó -siempre recuerdo cuando le contestó a la señora del caudillo “su marido no es un gobernante por los votos del Pueblo sino por imposición de una victoria”
Solo se animó a romper el silencio una de las señoras al preguntar mirando la Plaza de Mayo vacía -¿Y las Madres? -Los jueves -respondió Nancy, -pero no se olviden que ahora vivimos en democracia...ya casi no vienen...
-¡Pues si, que esas mujeres tenían coraje ...y otra cosa! -exclamó la española.

El bus dobló por la calle México. -Esa era la Biblioteca Nacional -señaló la guía -Jorge Luis Borges fue su director durante muchos años y precisamente allí escribió su poema “Dones,” cuando resignado se dio cuenta que se estaba quedando ciego...
Nancy tenía sus ojos azules abrillantados cuando en un susurro, casi para sí, recitó;

“Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.”
“De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden
las albas en su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos,
que perecieron en Alejandría”.

Recorrió el bus la calle Junín hasta detenerse en el 1760. -Bien, aquí estamos señoras, en el cementerio de la Recoleta. Construido sobre tierras donadas por Juan de Garay, segundo fundador de la ciudad de Buenos Aires a Rodrigo Ortiz de Zárate. Luego se instaló aquí el convento de los frailes recoletos...
–Sí, Descansen en Paz – le tradujo a una española que leía en latín “Resquiescant in Pace” por encima de su hombro.
Cuando quiso retomar el relato ya las mujeres entraban al cementerio.
Avanzaron por la calle central sin detenerse ante el Cristo Redentor. Algunas se persignaron.

Esta bóveda de enfrente pertenece a la familia Roverano -dijo Nancy -allí pueden ver la escultura que representa a un joven inmigrante, uno de los tantos que poblaron Argentina.
-Parece un gallego, ¿Roverano era español ? preguntó una señora. -No lo sé - dijo la guía -pero en Buenos Aires hay un pasaje llamado Roverano y está en la Avenida de Mayo. Ese es un paseo que les recomiendo hacer -agregó -caminar por la más española de todas las avenidas.

-Finalmente el féretro con el cuerpo trashumante de Evita descansa aquí, en Argentina -dijo Nancy -en la bóveda 42, que pertenece a su familia.

Permanecieron un instante en absoluto silencio. Después algunas rezaron el Padre Nuestro y el Ave María al mismo tiempo que colocaban flores rojas y amarillas y celestes y blancas.
Con sincera devoción cada una tocó con sus manos la imagen de Evita, tal como lo hacen los peregrinos en Santiago de Compostela tocando la estatua del Santo.

Una de las mujeres preguntó: - ¿Hay fantasmas en el cementerio?
-Sí señora -respondió Nancy -pero no por esta zona. ¿Vamos saliendo?

Otra vez en el bus un tango de la gata Varela, que se deja y no se deja, dice con su voz grave como un do de bandoneón ;

Ya da la noche a la cancel
su piel de ojera
Ya moja el aire su pincel
y hace con él la primavera
¿Pero qué?
si están tus cosas pero tú no estás
porque eres algo para todos, ya
como un desnudo de vidriera...
¡Luche a tu lado, para ti,
por Dios y te perdí!

El bus enfila hacia el bajo.
Dobla por Leandro N. Alem hacia el hotel.

En un paredón escrito con gruesas letras en tinta negra se lee: “Viva el Che”. Y con tinta roja, roja en otro “Todo está guardado en la memoria”.

Mientras el último tango dice:

“Arranco la cinta del último atado
y un aire pesado me anuncia humedad,
mientras a mi lado desfila la gente
que asalta Corrientes un sábado más.

Un sábado más, un sábado más,
sobre Buenos Aires un sábado más.
Un sábado más, un sábado más
sobre Buenos Aires un sábado más.”
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“Adios Nonino” Tango. “ No llores por mi Argentina”.
Música: Astor Piazzolla. Tim Rice – Andrew Lloyd Webber.
Letra: Eladia Blázquez.

“Dones”. “Afiches” Tango .
Jorge Luis Borges. Música: Atilio Stampone.
Letra: Homero Expósito.
“Un sábado más” Tango.
Música: Chico Novarro.
Letra; Chico Novarro.

70-30 (consigna Iris)

A quien corresponda:

Estamos en el país del 70-30. No... No estoy hablando del plan de ahorro de cierta empresa automotor, donde para sacar un auto 0 kilómetro, el 70% del valor del vehículo lo financian entre todos los suscriptores del plan, y el 30% restante lo paga al contado cada uno de ellos cuando retira el auto. Estoy hablando de Argentina, donde se vive en un mundo de 70-30, y las elecciones primarias del 14 de agosto de 2011, así lo demostraron. Los votantes de Cristina Fernández, Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá, componen sumados el 70% del electorado, mientras el resto se reparte el 30%. En otras palabras, esto significa que el pueblo argentino es peronista en un 70%, y el resto “contrera”, como dicen los propios peronistas, sin importar que el grupo minoritario de la sociedad se divida a la vez en dos o tres, podría decirse, subgrupos.
A partir de allí, y dejando la economía de lado, pues las decisiones gubernamentales en este sentido cambian según cambian las circunstancias mundiales, y todos los partidos políticos se ajustan a ellas casi de la misma forma, a partir de allí, decía, Argentina tiene su propio “estilo de vida”, que se ve reflejado en lo que sucede día a día en las calles, y me refiero concretamente a las posibilidades de circular libremente o no; y a la seguridad o inseguridad de los ciudadanos frente a los delitos comunes; y a la posibilidad o no de acceder a un buen sistema educativo estatal; y a la buena o mala prestación que se obtiene del sistema de salud pública; y al trato igualitario que los ciudadanos reciben o no de parte de la justicia; y a la buena o mala información que le llega al pueblo respecto a los índices que arroja la economía; y al respeto o no que cada quien guarda en relación a los derechos de los demás; y al cuidado o descuido que la gente hace de la cosa pública; y a si existe o no existe un clientelismo político que beneficia a algunos y perjudica a otros; y a los efectos que la corrupción o la probidad causan en el ciudadano común.
Por supuesto, en Argentina también hay un estilo de vida al que podríamos llamar, “de puertas adentro”, y me refiero a lo que sucede en la política a espaldas del pueblo, pero este no es el tema que hoy toca mi carta a quien corresponda, sólo hablo del “estilo de vida” que se refleja en las calles, el estilo de vida del 70-30, según el resultado de las elecciones primarias del 14 de agosto de 2011.
Como se ha de notar, en esta carta a quien corresponda no he emitido opinión alguna respecto a lo que pasa en las calles, pues siempre dije, “ocurra o no”, “buena o mala”, “reciba o no”, y cosas del estilo, siendo pues la siguiente mi única conclusión: hay un 70% de la gente que está conforme con el “estilo de vida” del que goza. Recordando entonces el plan de ahorro al que me referí al comienzo, será así, me pregunto, ¿porque un 70% de la población aprovecha la financiación, y un 30% paga al cotado?...
¡No, no!... no se tome en serio la comparación, que fue una asociación de ideas y no otra cosa. Lo que sí resulta cierto es que hay un 70% de los ciudadanos de Argentina que están de acuerdo y votan nuestro actual “estilo de vida”, mientras que un 30% despotrica al respecto, situación esta que no tiene nada de particular, pues es natural que cualquiera sea el estilo, haya frente a él sostenedores y opositores.
Lo que sí es extraño, es que llegado el momento de quejarse, misteriosamente esos porcentajes parecen invertirse, cosas, supongo, de nuestro “estilo de vida”...
¿Que a qué grupo pertenezco yo?, eso no importa ni develarlo es la finalidad de esta carta, que sólo pretende resaltar los porcentajes que arrojaron las elecciones primarias del 14 de agosto de 2011, porcentajes que a todos parecen decirnos: ¡a cerrar la boca, señores!, unos y otros, cualquiera que fuera el motivo, sea hoy o más adelante, pues le pese a quien le pese, lo reflejado en las urnas y en consecuencia lo que pasa en las calles, se corresponde con nuestro ya histórico “estilo de vida”: 70-30...
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sábado, 13 de agosto de 2011

EL CUMPLEAÑOS DE FIDEL

Más allá de la playa de arena blanca en la isla grande del mar Caribe, la tumbera colgada entre dos palmeras apenas se menea.

Una suave brisa nocturna refresca al joven dormido y la luna en cuarto creciente todavía se muestra en el cielo. El, tumbado sobre la red, disfruta los pocos minutos que restan para el amanecer. Después, el sol caribeño seguramente acentuará su resaca.

-¡Ernesto! -llamó su madre.

El grito lo sobresaltó y se incorporó a medias. Entonces bebió el primer trago de la mañana.

-Anoche te llevaste mi último Cohiba. Con hombres como tú aún estaríamos en la Sierra Madre -murmuró.

-¿Qué tu quieres mujer? -contestó él.

-Nadita nomás. ¿Dónde está el pollo y la onza de cochino que te encargué? Tu estás a puro ocio y yo tengo que preparar sola el ajiaco criollo, como me enseñó el doctor -agregó, elevando el tono de voz.

-¿Qué doctor? -preguntó Ernesto, saltando de la hamaca con mucha habilidad, por cierto.

-Solo un doctor entró en mi vida -dijo ella, entrecerrando sus ojos negros y con una cómplice sonrisa Da Vinci respondió -y fue Ernesto el Che Guevara. Yo entré con él del brazo a La Habana, el 8 de Enero del 59. Él me enseñó a tomar mate y a bailar tango...¿Podrías ayudarme con los chatinos? ¡Y ya deja de beber, que es muy temprano!

-Es tan sólo un coco -mostró Ernesto levantando su brazo.

-No mientas, y para que sepas, ese mojito se bebe en un vaso jaibolero y no en un coco -replicó la madre y preguntó ¿Recuerdas el caldillo de congrio que preparé cuando nos visitaron Fidel y Pablo? Aún vivíamos en La Habana Vieja.Y tal vez retengas el poema que me escribió allí mismo -agregó -que así termina...

“ Ya no puedes volver a bailar con tu traje de seda en la sala.

Te vas a romper los zapatos, pero vas a crecer en la marcha.

Tienes que andar sobre las espinas dejando gotas de sangre.

Bésame de nuevo, querida. Limpia ese fusil, camarada”



-Lo recuerdo bien -contestó él -en verdad, era el platillo favorito de Pablo y te luciste. Pero al poema, no lo recuerdo...Yo entonces, era muy niño para saber de poesía y de amor...

-Bueno, por vivir en la tumbera, por vivir en la tumbera -repitió su madre -ni te has enterado que hoy es el cumpleaños del Comandante Fidel y que esta noche cenará con nosotros en Playa Girón.



El Amor del Soldado

Pablo Neruda

TOMO SUS PALABRAS ( C/ IRIS)

" El grito "  de Edvard Munch
Tomo sus palabras Señor: .."y en caso de encontrarse con algún sujeto honesto, mande a encarcelarlo inmediatamente." *; y ... 

Me dirijo a quien corresponda:

Los habitantes honestos, ya viven encarcelados y volcados hacia la paranoia. Temen constantermente y miran sobre su hombro porque saben que algunos podrían despellejarlos vivos. Si les roban, dan gracias que no los hayan matado. El surrealismo al lado de esto, es nimio.
La violencia es mundial. En algunos lugares está desatada y además, por estos lares, no se observan intentos serios de contención.
Dicha violencia se produce por acción u omisión: la desnutrición infantil, el desmoronamiento de los hospitales, escuelas donde se dictan clases cuando se puede, y tanto más.
Por si no quedó claro, eso también, es: Atropello a los derechos humanos.
Mucha gente dice: "es lo que hay"
Complicidad por inoperancia, es lo que hay, de los que detentan el cetro y de los que se sienten súbditos.
Afortunadamente, no todos los residentes del lugar son serviles.

Los romanos tenían su Coliseo y en él desplegaban hedores rojos y calientes. Era su Circo mortal.
El circo se ha trasladado hacia diversos puntos del orbe, a través de la distancia y el tiempo.
Hoy tenemos uno, cerca, muy cerca.
A quien corresponda: ¿Usted de qué lado está? ¿En la tribuna o en la arena?

Saludos,
El ciudadano vilipendiado.

Nota: * "Carta a quien corresponda"  de Daniel Fénix.

CARTA A QUIEN CORRESPONDA - (consig. Iris)

Villa Vil, 13 de agosto de 2011

Dr. Pedro Quien Corresponda.
Excelentísimo Presidente de la Nación.

            De mi mayor consideración:

            Me dirijo a usted para informarle sobre un pueblo llamado Jeremías, al que la naturaleza proveyó de innumerables mercedes. Las tierras que lo rodeaban eran fértiles, su clima bondadoso, no faltaba el agua, ni los bosques, ni los animales, ni los minerales, ni nada de lo que pudiera pedirse como para que se transformara en un gran pueblo. Su gente sin embargo no se dio cuenta de los favores que le habían sido dados, y jamás los aprovechó, sufriendo por ello innumerables problemas y frustraciones, que trajeron las consabidas quejas y quejas y quejas. Sin embargo, todo empezaba y terminaba en las quejas, sin que nadie moviese un dedo para cambiar las cosas que debían cambiarse.
¿Que si había corrupción?... Sí la había, y en los bares y en las ferias y en las plazas, la gente se quejaba de la corrupción, pero a la hora de votar siempre votaba a los mismos dos partidos políticos corruptos que alternativamente gobernaban aquel pueblo. “¿A qué otros vamos a votar?”, se decía aquella gente que se quejaba de ellos.
¿Que si los sindicalistas defendían a los obreros?... ¡Para nada!, y en las tiendas, y en las fábricas, y en los comercios, la gente se quejaba de los sindicalistas, pero a la hora de elegir los obreros siempre votaban a los mismos representantes. “Están de acuerdo con el gobierno”, cuchicheaban los trabajadores que se quejaban de ellos.
¿Que si en la ciudad había basura donde no debía haberla?... Claro que la había. Y en las callejuelas, las avenidas, las cortadas y las esquinas, la gente se quejaba, pero, a la hora de cuidar, arrojaba a las calles papeles de cigarrillos, vasos de plástico, y desperdicios similares, que afeaban al pueblo y tapaban las alcantarillas en los días de lluvia. Y todos se quejaban de aquella situación responsabilizando al Intendente por las inundaciones. “Nunca nadie va a resolver esto”, se quejaban.
¿Que si la convivencia entre vecinos era fácil?... En absoluto. En los conventillos, los inquilinatos, los edificios de oficina y de departamentos, se arrojaban por las ventanas objetos de la más variada clase -algunos hasta de uso íntimo- haciendo imposible la vida de los habitantes de la planta baja. Todos se quejaban de la situación y en contra del administrador del consorcio, pero, al momento de elegir, nadie sugería cambiar al administrador, mientras se quejaban de él y seguían tirando cualquier cosa por las ventanas.
¿Que si por las calles de Jeremías se podía transitar con libertad?... De ninguna manera. En los caminos, los puentes, las calles y las veredas, cada día había más de un piquete que impedía el paso de la gente, con razones a cual más estrambótica, que iban desde intereses corporativos hasta reclamos individuales. Todos se quejaban de aquella situación, pero, si algún problema afectaba a cualquiera personalmente, allí iba a cortar una calle mientras los otros se quejaban.
Y como estos, había una serie de grandes y pequeños problemas que provocaban las quejas de los vecinos del pueblo: la mala atención en las empresas del estado; el deplorable estado de los medios de transporte; la pésima prestación en los hospitales; los subsidios para quienes no querían trabajar, a cambio de sus votos los días de elecciones; la creciente inseguridad; el Poder Judicial injusto e inoperante; la mentida estabilidad económica; y como estos males, tantos otros que se sufrían en Jeremías, y de los que tal como fue dicho, la gente se quejaba en los bares y en las ferias y en las plazas; en las tiendas, en las fábricas, y en los comercios; en las callejuelas, las avenidas, las cortadas y las esquinas; en los conventillos, los inquilinatos, los edificios de oficina y de departamentos; en los caminos, los puentes, las calles y las veredas, pero, nadie movía un dedo para cambiar la situación, y sólo se ponían de acuerdo para decir quejándose, “en otros pueblos esto no ocurre, porque los políticos no son deshonestos como aquí”,
Sin embargo, cierta vez, entre tantos y tantos candidatos corruptos ganó las elecciones cierto hombre que haciéndose pasar por tal, llegó al poder siendo honrado como el que más. Y fue este para aquel pueblo un hecho tan inesperado como el que le sucedió a Juan, que se sentó en un pajar y se clavó una aguja. Ahora el pueblo de Jeremías tenía el presidente que tanto había buscado, pero la gran duda era si esa gente podría abandonar su propia corrupción.
Dr. Pedro Quien Corresponda, Excelentísimo Presidente de la Nación, habiendo terminado de contarle esta historia, le informo finalmente que los hechos ocurrieron en Jeremías hace un año, y que extrañamente su pueblo comenzó ahora a mostrar signos de una mejor convivencia, volcándose poco a poco a tomar los ejemplos de las personas de bien, de manera que le ruego ponga ud. mucha atención, y en caso de encontrarse con algún sujeto honesto, mande a encarcelarlo inmediatamente. No sea que pase lo mismo que en Jeremías, aquí en nuestro país, y tengamos que respetar las leyes y además, ¡ponernos a trabajar!
Atentamente.

                                                                                                            José Partidario.
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¡Hasta el próximo cuento!

viernes, 12 de agosto de 2011

Reacciones

Además de un comentario, ahora es factible dejar bajo los cuentos, las reacciones que éstos nos causaron. Hay 5 posibilidades, y si una o más coinciden con lo que hemos sentido, podemos pues marcarlas. Sólo basta con cliquear sobre el, o los casilleros correspondiente. De tal forma es dable señalar por ejemplo, que la historia nos ha parecido divertida y excelente.
Para dejar una “reacción” -que siempre será impersonal-, no es necesario colgar un comentario, y viceversa. También pueden hacerse ambas cosas.
Gracias.

FUGACIDAD

Me abrí paso como pude entre el gentío que llenaba el museo. Mezclada entre el público, a una cierta distancia, había una muchacha cuya cara me llamó la atención. Noté que me estaba mirando. Me detuve sin darme cuenta, observándola, y en ese instante me pregunté por qué justo esa cara me había intrigado entre tantas otras. Sin duda, deduje, eran su ojos que me miraban, ese contacto visual fugaz y sin razón, el que la había aislado y me había aislado dentro de la multitud, como formando un lazo invisible entre los dos. Ella enseguida miró hacia otro lado y yo seguí con mi recorrida habitual por los salones de exposición, alterados ese día por ser el primero de la muestra de un pintor contemporáneo de moda. Sin embargo, no pude dejar de pensar en aquella mirada a pesar de su fugacidad, o tal vez debido a ella. Al mismo tiempo, creció en mí la convicción de que conocía más que sus ojos, el brillo especial y diría comunicativo de aquella mirada lo que me resultaba familiar e inquietante. Era como un destello que en una milésima de segundo trataba de decirme algo importante. Una visión que yo había tenido antes. Pero ¿dónde? Obedeciendo a un impulso, volví por donde había caminado hasta el punto del encuentro. La multitud seguía allí, pero la muchacha no. Volví entonces y seguí deambulando por los salones. La vista de los cuadros famosos, el caminar entre las obras de arte, produce una honda calma en mi espíritu, por lo que voy al museo con frecuencia. He ido tantas veces que hoy esas pinturas son como amigos queridos que esperan mi visita con paciencia y desde las paredes me muestran su alegría al verme. Caminé entonces sin saber que en la última sala me esperaba una sorpresa. Me detuve frente al cuadro “Mujer sentada” de Magritte. En él el artista ha representado una mujer en una silla mirando al espectador con gesto sereno. Hacía varios minutos que estaba contemplando la famosa pintura. Como de costumbre, disfrutaba de escudriñar hasta el más mínimo detalle del cuadro y al mismo tiempo, tratar de adivinar qué pasaba por la cabeza del autor durante la ejecución de la obra. Como siempre, también, había sacado mi bloc de apuntes para trazar algunos esbozos con los que luego en mi cuarto profundizo el estudio de piezas maestras. De pronto, al mirar la obra desde un determinado ángulo, noté con sorpresa un cambio en la mirada de la mujer del cuadro. Había allí un brillo, una expresión, que creí recordar yo había percibido sin darle importancia en alguna lejana visita. Era como si los ojos, no la mujer en sí, los ojos, hubieran cobrado vida en la fugacidad de un instante, y me miraban como para transmitirme sin palabras algo urgente que yo no alcanzaba a saber qué podía ser. La visión fue como digo fugaz y rápidamente la pintura volvió a ser pintura. Traté una y otra vez de recuperar aquel ángulo de observación que producía ese cambio pero fue inútil. La experiencia me dejó una sensación extraña: aquella mirada fugitiva e intemporal era la misma que había notado en la muchacha del comienzo de mi visita y que me había impactado. Comprendí entonces por qué me pareció conocida. Volé por las salas, casi atropellando al público, sintiendo la imperiosa necesidad de volver a ver a la muchacha y sus ojos, para hablar con ella y poder así descubrir el misterio de la fugacidad de una mirada que se repetía, en una mujer desde un cuadro pintado hace de más de cien años y en los ojos de una mujer de hoy. Había en ese mirar, también, un mensaje que quería develar. Busqué por todos lados, y cuando desesperaba, la alcancé a ver pasando de una sala a otra pero cuando crucé la puerta entre ambas, la muchacha había desaparecido.
FIN

Consigna del 04/08/2011

Transcribo aquí la consigna de Iris:

Hola a todos, les propongo escribir una carta. "A quien corresponda..."

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Daniel

jueves, 11 de agosto de 2011

SEÑORA PRESIDENTA (Consigna Iris)

Así se dice, no? Porque ustés mujé. Como yo. Por eso lescribo. No hace mucho quiaprendí  las letra. Aprendí paescribirle a usté. Porque queriacerlo yo mismita. Noestá bueno dependé de lojotro. Jamasito se sabe lo que pasa siuna depende. Como yo usté tiene dos hijo. Losmío son más gurise. Y ahiandamo en la lucha vio? Como usté. Pero distinta. La luchae cada unoe distinta. Ai alguna que son majiguale quiotra. De seguro que la mía es distinta.

Mi viejita meabía enseñao que ai que respetá lainstitucione. Queste es un paí grande. Quiai una costitución que nojampara. Que todosomo iguale. Que tenemo los mismoderecho. Por eso lescribo a usté. La viejita semurió ace mucho, a lojonce mío. Y a vecenosé si yoentendí bien loqueya decía. Megustaba laidea de patria queya me enseñaba. Pero no seaquién preguntarle sientendí mal. Mivecina la Julita nomentiende cuando liablo. Siempre está dadavuelta , vió? A liglesia no puedoí, lodomingo tamién trabajo, todolodía trabajo. La patroncita ejuna mujé parecida a usté. Sabe hablá bien. Peroconmigo nuabla. Yo me doicuenta que no mequiere, pero como decía miviejita, uno nues di oro paque todo el mundo lo quiera.

Entonceso lo que pasa. No tengo con quiénhablá. A quien preguntale. Y comoes de los derecho lo quequiero sabé, de la igualdá, de la costitución, quien mejor que usté. Usté que sabehablá, quia estudiáo , quiaviajáo, y que nojaministra. Usté queparece que tiene todoaclarao .

Eso solito nomá. Cómoago yo, pa tené misderecho, paser igual, patrabjar de lune a vierne o sábado. Yo la escuché a usté cuando dijo del reparto dela riqueza. No quiero riqueza, quiero que mishijo sean mejor que yo. Mishijo van a la escuela saltiau porque yo trabajo vio? Y a vece el Jacinto el marido de la Julita cuando no tiene changa, los yeva, pero a vece cuando lo puede yevar justo ai quilombo, y se tienen que quedar con la Julita dada vuelta vio? yo tengo que trabajá. De lo derecho quiero sabé.  De la igualdá. Cómo siace paconseguirla. Ónde ai queir. Porque yoasí no puedo seguí. O yoentendí mal a mi viejita. O mi viejita estabaequivocada… capás que sequivocó lo que sé es queya no mintió, si nués como eya dijo esporque  entendió mal o alguien lemintió.

El otro dia vinieron unojombre de parte de usté, del gobierno, que síbamo a esa manifestación, nos daban unos peso. Magínese lo bien que me venían. Por semana mepagan lo mesmo que me prometían por unajora de aplauso.

Pero no lantretengo, de losderecho quiero sabé, de la igualdá, porque el Felipe dicequeste es un gobiernopa los pobre. Onde ai que í pa mejorá la vida de lo gurise, paqueyos tengan derecho, vio? Paquesean un poco majiguale a lojotro? Porqueyo digo siestes gobierno palospobre, es justito pamí. Patené igualdá y derecho y quemi gurise puedan comé todo lo día, no saltiao, paque puedan ir a lescuela maseguido, paque sean mejor que yo. Poreso lescribo. Porque usté es mujé. Como yo. Y tiene ijos. Como yo anque sia distinto. Perousté sabe, yo no sé nada. Usté gobierna palospobre.  Y yo soy pobre, como era mi viejita. Como la Julita.

No lantretengo más, quiero saber solito ónde ai queí señora presidenta pabuscá loderecho.Óndestán...

Fin


Han de haber leído esta carta, hace rato quizá, pero sigue vigente.

INVERSIÓN

–Lo que se representa  como punto común en el vértice  señoras y señores míos, es según mi punto de vista una mentira, aunque no faltará quien diga que se trata de una verdad irrefutable, lo que entonces según mi criterio lo transformaría en una falsedad integral.
Así concluía la disertación iluminada por su propia sonrisa y aturdida por los aplausos,  la ingeniera Mariela Sarkis, considerada de los más diversos modos, ya sea con el apelativo de genio, potra, loca, snob, densa  o demasiado light.
Su impecable presencia desde la punta de los zapatos hasta el último de los cabellos, contrastaba con su estilo de vida. Por las funciones que desempeñaba se vestía de eso  aunque no podía evitar andar siempre con lo puesto por lo que sorprendía y alarmaba tanto a sus seguidores como a sus detractores.
Nadie comprendía por qué vivía en una de las villas consideradas de las  más peligrosas y decadentes de los suburbios de la ciudad. La casucha desvencijada  en la que había decidido alojarse años atrás, constituía según sus propias palabras el único ámbito en el que podía exhalar su forma de ser consigo y con el otro. Desde su nacimiento hasta recibirse con honores había vivido en el barrio más paquete de la ciudad.
El riquerío  –como definía ella a las clases más pudientes– por lo general, nacía, crecía y moría  dentro de una funda con cierres que no estaba dispuesto a abrir.  El pobrerío  nacía sin saber cómo crecer, crecía sin saber dónde cómo y hacia dónde iba, y era un firme militante del presente abierto al futuro siempre imprevisible
Más amiga de los vórtices que de los vértices Mariela disfrutaba enseñándole a Joaquín la tabla del 9, o contándole a Pina la vida de Nietzsche sin decirle quién era y a modo de cuento  mientras su mamá trabajaba limpiando las casas de los barrios paquetes. También disfrutaba los vinos durante noches de  queso y salame  con Roque, Laya y Janina cuando ellos llegaban de la fábrica y no había tiempo de hacer  la choriceada pero sí de compartir  la mesa, los chistes, las faltas, los cambios, los enojos y  las ilusiones.
Casi el  ochenta por ciento de los habitantes adultos  de la villa eran obreros de  la fábrica del Inglés, la única  elaboradora de medicamentos de la región.  El día que  supieron que disponían de  veinte días para abandonar la villa, nada más ni nada menos que el lugar donde habitaban desde hacía  un promedio de seis años, los tres mil quinientos calificados de usurpadores se fueron reuniendo para intentar determinar qué harían.
Cuando faltaban cinco días para el vencimiento del plazo, el rumor se había extendido a todas las viviendas. Ya sabían que se había montado un operativo de desalojo  para el martes  3 de junio a las diez de la mañana.
–Así que estas mierdas procederán cuando estemos en la fábrica. –Gritó Roque exaltado esa noche de hielo, sublevando a sus vecinos y compañeros.
–Hagamos de cuenta que nada sabemos y que no se nos escape ni una palabra mañana en la fábrica. A partir del lunes nos quedaremos todos aquí custodiando, y vamos a ver de paso qué hace la fábrica con sólo  ciento veinte chabones produciendo mientras  los casi tres mil laburantes que somos  nos quedamos a defender los nidos que nos quieren patear. –Estableció Soares con la firmeza y la serenidad de siempre.
–Comprendo lo que dicen, lo que sienten y lo que piensan hacer. Pero los invito a la reflexión muchachos. Tienen un trabajo seguro que les permite ir viviendo  y se me ocurre que, de tomar esas medidas, sufrirán todos las consecuencias del desempleo con causa. Sin ahorros, sin vivienda y también sin trabajo, ¿qué harán? También han de pensar serenamente aunque sé cómo cuesta  en estas circunstancias, la violencia que inevitablemente se generará al intentar ellos patear su nido, y ustedes  custodiarlo. Hay muchos chicos aquí. –La ingeniera Sarkis les hablaba convencida de lo que pensaba.
–Mariela, vos sabés que acá te apreciamos mucho flaca, pero todos sabemos y vos más que nadie, que acá sos sapo de otro pozo. –La miró Roque comprensivo.
La mansedumbre era escasa y los sentires múltiples como las estrellas. Resultaba ineludible tomar una decisión. Votaron.
Pondrían el pecho y harían una valla humana para impedir el avance de la milicada. Nadie iría a la fábrica hasta que no se les asegurara con documentación judicial expedida a nombre de cada uno que las viviendas les pertenecían.
–Es demasiado lo que arriesgan. Están poniendo en juego la vida  y el trabajo seguro de todos,  que por ahora  les garantiza la supervivencia. Tienen que pensarlo en frío, es así como se resuelven los conflictos, hay algo que en la vida se llama negociar muchachos. –La ingeniera  Sarkis suavizaba el tono de voz  para intentar  que la escuchasen con atención.
–Ingeniera, estoy segura que usté ha visto  muchas veces  figuras como ésta, ¿a que siempre las ha visto en la misma posición? –Rosa Leiva, la abuela de Janina, golpeaba con el dedo sobre la página de un viejo diccionario  donde bajo una foto  apenas se leía “sirvió como tumba para el faraón Jufu”
–Sí Rosa, es exactamente así.  Es  la posición  en la que fue construida,  es más, creo que no podría haberse hecho de otro modo. ¿Cómo iba a verla yo en otra posición entonces? –Sonrió Mariela.
–Mire ingeniera,  sé que usté es buena con mis nietos, y no me molesta lo que usté les enseña, al contrario, ni lo que les dice. Lo que sí molesta, es lo que usté no ve.  Y usté no ve que nosotros sí, podemos ponerla en otra posición y también darla vuelta y lo vamo a hacé aunque en eso, se nos vaya la vida…
Fin