sábado, 24 de diciembre de 2011

Saludos para estas fiestas...

Amigos del blog, pasen una buena noche en nochebuena, festejen la vida en navidad, y en año nuevo empiecen de nuevo. Que tengan un 2012 de ventura y aun buenaventura; de superación y súper acción; de fuerza sin esfuerzo; de buen humor y buen amor; de vitalidad y vital edad; de paz por demás; de felicidad con facilidad; y de dinero a montones... que amontonen.
Y un año más, claro está, en el que estén conmigo y esté yo con ustedes.
¡Felicidades!

Daniel

lunes, 19 de diciembre de 2011

Nueva etiqueta

Novedad: Ahora los cuentos compartidos tienen su propia etiqueta, en el encabezado del blog.
En cuanto a La Raquel, también se incluye en la etiqueta Aldea Clara (historias), por tratarse de un cuento que se desarrolla en ese pueblo.

domingo, 18 de diciembre de 2011

EL OTRO

No sé si existe algo más insólito que la mente humana, y quizá no lo sé, porque todavía no deja de asombrarme la capacidad inasible que nos habita de relacionar. Pensada, creo, atinamos a elucidar argumentaciones vinculantes a través de los porque fundados, que tejen un entramado vasto pero que al fin, se limita a nuestro pequeñísimo mundo propio, contenido en aquello que imaginamos, decimos, percibimos, vemos, sentimos, somos y vivimos y que, por más que lo consideremos el todo, ese todo nuestro resulta ser una mínimísima exteriorización de la vida de la que somos parte, sin serlo.
Cuando lo vi, me hizo recordar al hijo de Agripina, que jugaba a la escondida con un ovillo de lana, agazapándose detrás del sillón para no ser visto, como si el mundo se limitase a la superficie en la que se desplazaba, esos siete cuadrados luminosos de parquet.
El maullido luctuoso fue transformándose de a poco en esa clase de simulada demanda de quien se siente seguro del juego que reinicia y dando por descontado que es grato el juego. Es que los jugadores nocturnales tan diferentes a los diurnos, tienen ese qué se yo, donde no queda claro quién es la presa, ni quién el cazador.
La diagonal del alfil negro queda perturbada por la ele del caballo blanco, y viceversa, y aunque pausados siguen el objetivo sereno de la partida, a veces resulta un final de tablas que, sin resultar una derrota, tampoco resulta una victoria. A veces.
Cuando lo vi, me hizo recordar a la hiedra, tan perpetua la consideraba durante mi niñez, tan ornamental y sin un para, trepando sobre la ventana abierta, jugando a ocultar el sol, a desterrar la brisa, a expulsar la lluvia, queriendo ser telón. Queriendo ser la tiara que cura la embriaguez.
El as de espadas por jerarquía es la más brava, y el de bastos de las bravas la segunda. En juego limpio, sólo uno sabe las tres cartas que el azar le ha dado. Y ninguno, las treinta y cuatro que se ocultan en el mazo. En juego limpio, no siempre son las cartas las que ganan, a veces, vence quien miente más, y otras, quien miente mejor.
Cuando lo vi, me hizo recordar al Cabo de Hornos, que constituyéndose por una masa de tierra aglutinada, juega y se expande hacia el interior del mar, intentando afectar el fluir de las aguas costeras y jugando por su naturaleza, a dificultar el arte de navegar.
Cuando ya no lo vi, lo pensé como una lejana imagen atenuada, entre colores pastel aquietándose, acaso por la distancia y el paso del tiempo, que quizás engrandecen, empequeñecen o equilibran. Y, me quedé cavilando, si no será que ese otro, cualquiera, en pasado, presente, o futuro, es nada más que quien nuestra propia mente con nuestras ineludibles limitaciones, sin querer o queriendo, ha ido construyendo. A veces con barro, otras con roca, a veces con cobre, otras con madera, a veces con zafiro, otras de acero. Diversos materiales con qué cimentar, pero siempre de una manera dúctil.
 
Fin

domingo, 11 de diciembre de 2011

UN ALEPH PROPIO...


Por consejo de un amigo, un día decidí ahondar en la literatura de Borges.  Y allí me encontré con el Aleph, un cuento que  mostraba a un Borges desconocido para mí hasta ese día. Un ser como cualquiera,  que reconoce su maligna felicidad ante la locura ajena, hasta su incomprensión y su envidia.   Pero rescatando al escritor, con sus humanos yerros, pensé en la sensación que produce mirar a través de un punto en un inédito lugar, y poder sin más ver todo, todo cuanto he querido ver en este mundo, seguramente vería a mis padres y sus consejos sabios; mis hermanos y nuestras charlas; mi hija, sus abrazos, sus  besos y ese “mamá” que cambio tanto en mi vida y en mi ser; mi amor y sus dolores; mis amigos y aquellas fiestas; aquellos ojos; aquella sonrisa; aquellos besos y aquellos abrazos;  mis luchas ante la muerte en más de una oportunidad; los paisajes que he guardado en mi alma; los amaneceres que quiero ver; los atardeceres  naranjas que he imaginado; la lluvia copiosa en otoño; el olor a tierra mojada en primavera; el caminar de la mano del amado; los poemas que él me escribió; aquellas cartas de amor; aquellas rosas, que secas aún guardo; el compartir una charla con esa persona,  sólo con esa;  una noche clara y estrellada en el campo, sin más compañía que esa mano tomada a la tuya; esa melodía que endulza tu alma porque te trae recuerdos de la infancia, del ayer, del hoy, y del mañana;  esa película que me hizo llorar de emoción, ese señor que me hizo soñar; esa amiga que me ha acompañado toda la vida; ese amigo que ha escuchando mis lamentos,  mate en mano; poder reconciliarme conmigo después de los treinta no ha estado mal. Vi tantas cosas  en ese Aleph, que seguramente alguna la pase por alto, para no desmerecer a las otras.

Todos deberíamos encontrar ese punto en donde el universo se junta, justo ahí, desde donde partimos para ver todo. Yo lo he encontrado y esta justo en el lugar en  que puedo hablar de lo que siento, de lo que veo, de cuanto me duele, me angustia, me hace feliz. No es un punto físico, sólo el oído de quien me escucha sin tiempo y sin temores. Con palabras de aliento siempre por responder.  Donde lo implacable se suaviza; y lo infame se hace verdad;  lo inmortal se desvanece, para solo mostrar nuestra humanidad finita, vulnerable, simple; donde el irreverente no triunfa; donde el poeta fundamenta su poesía cambiando las circunstancias de la vida; donde la sonrisa es la única excusa para poder seguir vivo; donde los envites de la vida te dan tregua; donde nadie debe demostrar ser un héroe; donde los niños y sus ruidos no perturben, y por el contrario, nos llene de infinita confianza en un futuro mejor; donde el anciano no sea el estorbo y si la voz sabia a seguir;  donde solo importe que pienses, y no qué pienses; donde los sueños no dejen de aflorar por doquier, llevándote a donde quieras ir o estar; recordándote tu esencia, tus virtudes, tus límites; tu amor; tu verdad...

Mi Aleph, es muy mío, tiene oídos y ¡cómo escucha!
Tiene ojos y solo su mirada refleja las miles de almas que podría amar.
Tiene una boca que aunque miles quisieran no me la podrían robar, está llena de verdades, de ironía inteligente, de sarcasmo, de madurez, de diplomacia, de la palabra justa y metódica, de las sonrisas más seductoras,  de los besos más dulces y voraces. Mi Aleph tiene alma, y es tan clara y pura como la verdad misma, con luchas internas por resolver, pero con el mérito de emprender siempre la lucha debida. Posee un corazón, tan fuerte como grande, tan duro como tierno, y tan sensible como frío. La combinación perfecta para darme la posibilidad de ver en su centro, todos mis sueños, mi vida. Aunque parezca lejano en el tiempo alguna vez mis sueños serán los suyos, y mitigaremos el dolor de lo lejano, de lo ajeno, de lo que no nos pertenece. De lo que esta  vida se ha empeñado en darnos y quitarnos. Valiéndonos del poder que nos da, el tener nuestro propio Aleph. Nuestro propio punto de conexión con el universo que hemos soñado.

Allí esta él, aquí  yo, y nuestro punto de encuentro jamás dejara de brillar en el horizonte que lo busquemos, en el recoveco que decidamos encontrarlo, en sótanos, en bares, en bibliotecas, en cines, en calles solitarias, en sonrisas semejantes, en lugares que son nuestros, en perfiles parecidos, en palabras que nos recuerdan al otro, en todo lo que podamos usar para no perder nuestro horizonte de amor. Para no perdernos, para no olvidar que existe ese ser capaz de mostrártelo todo, con solo una mirada, un gesto, una palabra, un silencio impenetrable en el tiempo.
Pugno por seguir este camino que he soñado, y por hacer digno cada instante de mi vida. Por el solo hecho de poseer mi lugar en el mundo, ese lugar que todos buscamos y que solo unos pocos encontramos, no importa la espera, ni la desazón, sólo el encuentro. Ése encuentro.


jueves, 1 de diciembre de 2011

Método para La Raquel, el cuento compartido


Para que pueda leerse entero mientras se va escribiendo (a pedido de Iris), lo voy a ir publicando en un solo post, copiando las distintas partes a medida que vayan apareciendo, y con permiso de ustedes, borrando los post individuales para evitar confusiones.

PD 1:
Adela e Iris, conserven sus escritos por si cometo algún error.

PD 2:
Quien desee incorporarse a la redacción del cuento, puede hacerlo en cualquier momento.