lunes, 27 de febrero de 2012

LA RAQUEL - Capítulo II

Parte XXII (Adela)
-Escribanía buenos días, habla Cristina, ¿en qué puedo ayudarlo?
-Muy buenos días, Ontiveros habla señorita, ¿anda Don Aurelio, por ahí?
-Aguarde un momento comisario, lo comunico.
-Buenos días comisario Ontiveros, ¿cómo van las cosas?
-Marchando marchando Don Aurelio, quisiera hablar con usted, por un asunto confidencial, si me lo permite…
-Con mucho gusto, dígame de qué se trata, ¿o quiere acercarse y lo charlamos acá?
-Se trata de una cuestión seria y urgente, y quizá se pueda ir adelantando y luego mañana o esta tarde, nos reunimos. Mire, dígame si es posible para usted gestionar en el Registro, como trámite urgente un certificado de dominio de El Zurrusco, la estancia…
-Todo es posible comisario, ¿tiene una copia de la escritura?
-No, no tengo ni un mísero papel. De eso es que quiero hablarle después personalmente, y le reitero lo confidencial del asunto.
-Entiendo… Creo que lo mejor es hablar de esto en persona hoy mismo, así me interioriza de la cuestión y aceleramos lo que sea al máximo. ¿A las dos le queda bien?
-Hecho, a las dos entonces en su oficina. Gracias Don Aurelio, hasta luego.
El escribano Aurelio Almirón, al despedirse, sabía que sólo contaba con cuatro horas para decidir si era o no conveniente avisarle a Tincho de la movida de Ontiveros y de lo que probablemente estaba pasando.
Era pleno mediodía cuando llegaron al bar de Chola, los cuatro juntos. Santibáñez, Ludueña, Gorriti y Valdez. Les olía mal la muerte de Paco. Les olía mal que no los hubieran citado todavía porque era de público conocimiento que se conocían. Algo raro estaba pasando, y no encontraban la punta del hilo del carretel. No dejaban de preguntarse, quién podía tener motivos para querer deshacerse de Barrios.
-¿No será cosa de la Raquel, por venganza? -Dudó Santibáñez.
-No, que Raquel ni venganza, si estaban por reconciliarse. Nadie me dijo nada, pero yo los vi juntos hablando el otro día en la calle, y él estaba sonriente, y ella tranquilita como agua de tanque. Estaba claro que estaban retomando. -Afirmó Gorriti.
-Además, si es cierto lo que dicen, porque nunca se sabe, fue obra de un profesional, un mazazo y al río… Con lo poco que le gustaba a Paco el agua… qué destino.- Dijo irónico Valdéz.
-Es cierto que el agua no le gustaba, y El Costero menos, pero me imagino que los mazazos, tampoco. Acá hay algo raro, muy raro. ¿No tendrá algo que ver el Señorito? -Levantó las cejas Ludueña.
-Esto huele a podrido de veras che… Pero al señorito, me parece, aunque nunca se sabe con la gente, no le da el piné ni para hacer ni para contratar un matón, aunque habiendo pendejos de por medio, quien sabe… -Reflexionó Santibáñez tocándose la barbilla y asintiendo mientras decía.
-Dejen de hablar macanas, dejen de hacerse los Sherlock Holmes que ya la cana está movilizada, muchachos… Tómense otra copa que yo invito esta vez, por el Paco, para que se descubra y para que quien haya sido, se pudra en la cárcel…-Dijo Chola
Parte XXIII (Iris)
Aldea Clara cada vez está más oscura. Robo, atentado y muerte dan vueltas en derredor de su geografía sin encontrar una salida. Sus habitantes ya no son confiables tal y como lo habían sido en épocas anteriores los viejos Saldívar. Cuando ponían su poderío y sapiencia al servicio del lugar.
Intereses creados por los más jóvenes y el afán de ostentar el poder para elaborar planes macabros hacen presuponer que ya no importa mantener el buen nombre de la familia.
Samanta no puede olvidar el rostro de la Raquel, una y otra vez se le aparece con una dureza desconocida para ella, casi amenazante. Si cuando la vio por primera vez le llamó la atención la pasividad con la que actuaba. ¿Por qué ahora la ve tan diferente? ¿Es que está enloqueciendo?...
Los flashes son intermitentes y ocurren por la noche cuando se está por quedar dormida. No, no es un sueño. Son representaciones desagradables que la atacaban de todas las formas imaginables estando aún despierta. Entonces Samanta aprieta con fuerza sus ojos para no ver más.
Es ese el motivo que la lleva a pedir una entrevista con Pablo Lutero, el psiquiatra del pueblo. Debe tratarse o enloquecerá de verdad. De una cosa está segura. No debe contar esto a ningún habitante de Aldea Clara, ni siquiera a Juan Saldívar.
Parte XXIV (Daniel)
Dos días más tarde, a media mañana, un sujeto ajeno al pueblo llegaba a Aldea Clara y se hacía presente en la comisaría donde pedía hablar con Ontiveros. Se trataba de un hombre de alrededor de 50 años, delgado y un tanto parco, bien vestido y oliendo a perfume caro, quizás para tapar el aroma que tres paquetes de cigarrillos por día se encargaban de impregnar en sus ropas.
-¿Dónde podría alojarme por poco dinero, cabo? –preguntó el recién llegado mientras esperaba a que lo atendiera el comisario.
-Pregunte en el bar de doña Chola, ella sabe tener un par de habitaciones que alquila.
-¿En el bar?
-No. Pegadito. Allí tiene su casa y las habitaciones. Es un lugar limpio y además puede cocinarle... ¡Imagínese!
-¿Qué cosa me tengo que imaginar?
-Que va a comer rico. Doña Chola es la cocinera de su bar.
-¡Ah! En el bar también dan de comer.
-Este es un pueblo chico, señor... Ángel me dijo, ¿no?
-Le dije.
-Aquí hay que hacer de todo para ganarse el pan. ¡Imagínese!
-Imagino.
            Minutos más tarde, el comisario recibía en su despacho al hombre que había pedido hablar con él.
-Adelante, Spadafore –exclamó Ontiveros abriendo la puerta de su oficina. Pase y tome asiento.
-Gracias –respondió el hombre y pronto estuvo sentado frente al escritorio del comisario.
-¡Muy bien! -se preparó Ontiveros- Dirá usted en qué puedo servirle, detective.
-Vea, voy a ir directo al grano porque no tengo mucho tiempo, y supongo que usted tampoco.
-Es cierto. Ando con algunos asuntos urgentes que resolver. ¿Como lo sabe?
-Como diría su cabo, me lo imagino.
-¡Ah!... ya notó el latiguillo de Basualdo –exclamo el comisario entre carcajadas.
-Necesito que me diga qué sabe de la muerte de Francisco Barrios -sorprendió el detective cortando abruptamente la risotada de Ontiveros.
-¡Oiga!... usted debe saber que todo está bajo secreto de sumario.
-Lo sé.
- ¿Y entonces?... ¡¿Qué pretende que le diga?!
-Lo que sabe. Y habiendo en esta comisaría tanta imaginación, y sobre todo estando entre policías, imaginará que lo que me diga no saldrá de mi boca.
-Usted ya no es policía, Spadafore, y eso no me lo imagino. Sé muy bien por qué dejó la fuerza.
-Un policía nunca deja de serlo, Ontiveros. Cuénteme lo que sabe.
-¿Para quién trabaja?
-Hagamos un trato: usted me dice lo que sabe, y yo le cuento quién me paga.
            Ontiveros sabía que Spadafore no abriría la boca, y estaba muy interesado en saber quién era la persona que había contratado al comisario retirado.
-Está bien. Confío en su discreción. Le voy a decir lo poco que sé sobre el asesinato de Paco.
            Así fue que de boca de Ontiveros, Spadafore supo de la relación entre Paco y La Raquel, y del hijo que habían tenido; se anotició de la historia de esa mujer, incluyendo su pasado de prostituta; se enteró de la causa por estafa de la que había sido absuelta, de su paso por la casa del intendente como cocinera, y de su actual trabajo en el municipio como secretaria de Martín. Por supuesto Ontiveros también mencionó la relación de La Raquel con el hijo del intendente, y le contó a Spadafore de qué manera había aparecido el cadáver de Paco, el hombre que se había ido de Aldea Clara para volver recientemente.
-¿Y me dice que todavía no hay ningún sospechoso? -repreguntó Spadafore.
-Afirmativo. Todavía no hay ningún sospechoso de haber liquidado a Paco.
-¡Muy bien, Ontiveros! Le agradezco la data. Ahora me voy. Tengo que encontrar un lugar donde alojarme, y Basualdo ya me dio el dato de cuál puede ser. ¡Buenos días!
            Y dicho esto Spadafore se puso de pié enfilando hacia la puerta de la oficina.
-¡Espere! -dijo Ontiveros incorporándose prestamente- Todavía no me dijo para quién trabaja.
-¿Qué pudo averiguar sobre la denuncia que hizo aquí el señor Juan Saldívar? -preguntó entonces Spadafore a boca de jarro, sorprendiendo al comisario por segunda vez.
-¡Eeehh!... Nada, de eso no sabemos nada. Pero seguramente no habrá imaginado la denuncia, ¿verdad?
-¡Claro! Yo no la imaginé, y ahora usted ya sabe quien me paga. ¡Qué tenga buenos días!
            Spadafore salió del despacho mientras Ontiveros se quedaba pensando en esa denuncia, y en la conversación que había tenido con Almirón respecto a la escritura de la estancia El Zurrusco.
-Adiós, cabo –saludó Spadafore a Basualdo.
-Adiós. Y me le da saludos a doña Chola. Dígale que yo le recomendé el lugar.
-Usted debe ser un asiduo concurrente del bar, ¿no?
-¡Imagínese!
-Y algunas copas las ha de pagar, y otras no, ¿verdad?
-¡Bueno!... yo a veces...
-No hace falta que me cuente, cabo –interrumpió Ángel Spadafore- Yo ya me imagino...
-¡Je!... ¡Imagínese!
-¿Sabe lo que no me imagino, cabo?
-¿Qué?
-En donde mierda queda el bar de doña Chola. ¿Por qué no me da la dirección?
            Poco después, él detective Ángel Spadafore iba rumbo al bar de la doña, imaginando cómo sería aquel lugar, y el porqué de aquella extraña y casi imperceptible expresión en el rostro de Ontiveros, cuando escuchó el nombre de Juan Saldívar, el hombre que le pagaba para que averiguase quién había robado la escritura de El Zurrusco, y para qué...

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Parte XXV (Adela)
“No es exagerado decir que Aldea Clara, otrora pacífica y segura,  y contaminada sólo por pequeños hechos de corrupción, se ha transformado en  muy poco tiempo, en terra nullius. Tierra de nadie. Quizá también zona liberada ¿al azar? Los actos nuevos de la metamorfosis que sufre la comunidad, comenzaron a suceder casualmente, a partir de la  asunción del nuevo intendente. Un nuevo intendente de quien se suponía, según sus discursos de campaña y los reportajes de la politicada, aportaría fundamentalmente transparencia en sus actos.
No puedo no preguntarme, entonces: ¿Por qué designó a su hijo Martín para el puesto que ocupa en el municipio? ¿Qué hace allí la querida de Tincho, asistiéndolo en todo lo que hace, de lo que nada se sabe? Su querida, la tal Raquel Girado, de dudosa reputación, que había sido contratada como doméstica en la casa de los Saldívar y con vinculaciones sentimentales con el recientemente asesinado Paco Barrios, ahora se ha transformado en secretaria privada de una de las dependencias de la municipalidad. Será el que tiene, ¿un puesto por mérito?
¿Por qué no avanza la investigación del caso Barrios?
Y, me pregunto, a partir de trascendidos, por qué Spadafore -de quien ya publiqué declaraciones vertidas por él, en aquel mayo de 2007- representa a Juan Saldívar, qué misión en concreto ha de  llevar éste a cabo en beneficio del hijo de nuestro intendente.
El frustrado intento de homicidio en contra de la señorita Samanta Fabbro, casualmente prometida de Juan Saldívar, reitero, casualmente hijo del intendente, en las oficinas de la calle Saavedra, me hacen suponer que todo estaría vinculado. La justicia dirá, si es que en algún momento se expresa a través de sus sentencias.
Que los involucrados, trátese de víctimas o no, mantengan un silencio sostenido, cual monjes negros, resulta llamativo. Resulta llamativo que la señorita Samanta Fabbro, padeciendo a raíz del incidente del que fue víctima, y, habiendo estado su vida en riesgo, con graves secuelas de una supuesta amnesia como resultado, se niega a comunicarse con los medios. ¿Qué hacía Samanta en la calle Saavedra cuando fue sorprendida? ¿Sorprendida por quién?
No es exagerado decir entonces, insisto, que Aldea Clara, otrora pacífica y segura, y contaminada sólo por pequeños hechos de corrupción, se ha transformado en muy poco tiempo, en Res nulius. Donde nada se sabe de nada de aquello vinculado con las funciones públicas y sus allegados. Y, cuando nada se sabe, el pueblo imagina.”
-¿Leíste lo que publicó el sátrapa este? -Osvaldo arrojó con bronca el diario a  su mujer.
-Esto es un escándalo Osvaldo, un escándalo. Hay que hablar con los medios, con la gente. No podés dejar que un zurdo de estos, nos ensucie de semejante manera. Yo estoy preocupada por otra cosa…
-¿Qué pasa mujer? Miraba el libro que ella tenía en la mano al tiempo que movía la cabeza en señal lenta de negación.
-Es un libro de Samanta, una novela de Maupassant mirá el señalador en qué página está, mirá el párrafo que subraya y el sí con signos de admiración que escribió al costado.

“Entienda esto bien amigo mío, para mí el matrimonio no es una cadena, sino una asociación. Sólo lo concibo a condición de seguir siendo libre y dueña de mis actos, de mi tiempo, de mis salidas, libre siempre y en todo. No podría tolerar ni fiscalización, ni celos, ni discusión alguna acerca de mi conducta…”
-Osvaldo ¿en manos de quién está nuestro hijo? ¿Se encuentra ella definida en esas líneas?
Parte XXVI (Iris)

La preocupación de Zulema cobra real importancia cuando la trasmite a su esposo. Osvaldo Saldívar piensa en lo que su esposa le dice y no puede evitar un gesto de disgusto. “Samanta quiere ser libre. Sin embargo vive atada a un pasaje de su existencia que desconoce. ¿O miente?...” Osvaldo frena sus macabros pensamientos y tranquiliza a su mujer. -Dejemos las elucubraciones sin sentido de lado y busquemos la verdad por la verdad misma Zulema.
Pablo Lutero es un hombre joven y atractivo. Samanta esquiva su mirada, pero no para de hablar.
El no la interrumpe, prefiere escucharla. Sin embargo anota en su cuadernillo dos palabras que por repetidas logran impresionarlo: “No recuerdo” eso hace que decida ayudar a esta mujer que por momentos da la sensación que desvaría. Aún así presiente que sufre y mucho. Usará su técnica más eficaz haciendo que hable su inconsciente.
Ahora Samanta cierra los ojos y sólo escucha una voz monocorde que hace que se relaje totalmente.
“Apenas la veo es una mujer, la conozco, la llaman Raquel, ¿qué hace en la oficina de Juan?... me da miedo, todo se oscurece, la perdí, me duele la cabeza, ¡Dios… mi cabeza!..."
Pablo despide a Samanta no sin antes acordar una nueva visita. Ella le agradece asegurándole que se va más tranquila, más liviana. Algo deja allí, aunque aún no lo sabe. Promete volver, necesita su ayuda.
Lutero presiente que está a punto de descubrir algo importante pero debe obrar con cautela, no apresurarse. Lo primero que hace es llamar a la oficina de Juan Saldívar para pedirle a su secretaria una entrevista con el señor.
Aldea Clara comienza a hacerle honor a su nombre.



Parte XXVII (Daniel)
 
Y mientras Zulema hablaba con su marido, y Samanta con el psiquiatra, una tercera conversación se desarrollaba en Aldea Clara, y las tres tenían el mismo hilo conductor.
-¿Cómo es posible que Hubieta sepa que me contrató Juan Saldivar? –bramaba Spadafore tras arrojar el último ejemplar de Atalaya sobre escritorio de Ontiveros- Usted era el único que lo sabía, y teníamos un pacto, ¡carajo! ¿Cuánto le dio ese reportero de cuarta?
El detective se refería a Valentín Hubieta, cierto periodista que trabajaba para Atalaya, uno de los dos periódicos de Aldea Clara.
-Un momento, Spadafore. Yo no le dije nada –se defendió, Ontiveros- Todavía tengo códigos.
-¡¿Ah, no?! ¿Y quién se lo contó entonces, un pajarito? Hubieta tiene un asuntito conmigo desde que lo agarré en una, allá por el 2007, y me tiene entre ceja y ceja. ¡Vamos!, ¿cuánta guita le puso Hubieta, comisario? –sostuvo Spadafore, furioso.
-Vea, detective, yo no sé quién mierda le fue con el dato a Hubieta, pero lo que ese tipo pueda saber no salió de mi boca.
-Entonces las paredes de su puta comisaría, escuchan. Tenga cuidado, viejo, porque cualquier día de estos Atalaya podría publicar algunos de sus chanchullos.
-¿De qué habla? –y apoyando los nudillos de ambas manos sobre la tapa de su escritorio, Ontiveros se puso de pie.
-De cosas que uno se entera.
-¿Qué cosas? –a esas alturas el comisario se había puesto rojo, y no de vergüenza- ¡Hable!
-No se preocupe, comisario, yo no hablo a menos que haga falta.
-¡Oiga! ¿Me está amenazando? –exclamó Ontiveros a punto de perder el control.
-En absoluto. Yo no amenazo, sólo advierto. Conoce la diferencia, ¿no? Usted era el único que sabía que yo trabajaba para Juan Saldivar, y en este momento lo sabe Hubieta y todo el pueblo. ¡Pero no importa!, porque ahora yo sé algo más de usted. ¡Que le vaya bien!
Y tras decir aquello, el detective salió del despacho de Ontiveros, aunque al transponer la puerta tuvo tiempo para soltarle…
-¡Ah!... Me olvidaba. Gracias por los datos confidenciales que me dio sobre la muerte de Barrios. Los acabo de leer en Atalaya.
Visiblemente enojado, en su trayecto hacia la salida Spadafore pasó frente al mostrador donde estaba el cabo Basualdo.
-¡Eh! ¡Qué cara de culo! –exclamó el suboficial- ¿Qué le pasó, detective?
-¡Imagine! –fue toda la respuesta.
 
Al día siguiente, en plena calle, Osvaldo Saldivar hacía declaraciones frente a varios periodistas que lo habían estado esperando a la salida del palacio municipal, y se encimaban para preguntarle al intendente…
-Lo que publicó Atalaya -decía Saldivar- no tiene ningún sentido. Mi hijo Martín está en la municipalidad trabajando y no de ñoqui. En cuanto al pasado de la señorita Girado, a mí no me consta lo que publicó Hubieta, pero sí puedo afirmar que es una excelente madre, y que en el tiempo que se desempeñó en mi casa mostró eficiencia y un comportamiento ejemplar, igual que está mostrando ahora en la municipalidad.
-¿Y qué tiene que decir sobre el asesinato de Barrios y lo lento que va la investigación?
-Sobre ese tema le tendría que preguntar al juez, no a mí, señorita.
-¿Es cierto que Aldea Clara es una zona liberada?
-Afirmar eso, señor periodista, resulta una barbaridad. Es cierto que los hechos de delincuencia han aumentado, pero se trata de un fenómeno que se está dando a nivel mundial, y Aldea Clara no es la excepción.
-¿Qué hacía la señorita Samanta en la oficina de su hijo el día del robo, intendente?
-Discúlpame –respondió el intendente- Sé que estás estudiando periodismo, pero date cuenta de que Samanta es la prometida de Juan, ¿qué tiene de extraño que estuviera en su oficina? Además, ¿cómo sabés que hubo un robo? Tendrías que ir a decírselo al juez. No busquen cosas raras donde no las hay.
-¿Por qué el detective Spadafore está trabajando para su hijo Juan, señor intendente?
-Señor, son ustedes mismos los que dicen que la investigación va lenta. ¿Por qué se admiran entonces de que mi hijo haya contratado a un prestigioso detective para ayudar a esclarecer las cosas? ¡Por favor!
Continuará... (sigue Adela)

viernes, 24 de febrero de 2012

IN



El brillo de la luna  que no es su luna,
ni  su brillo,
oculta entre las aguas  su mirada.
La noche de este luto  que no es su luto,
ni  su noche,
sepulta entre las  nubes  sus  palabras.
Las  crestas  de este río que no es su río
ni sus crestas,
naufragan  en sus  puntos cardinales.
El  puente  de  madera  que no es su puente,
ni  su madera,
desvencija   sus  rachas  del destino
La estrella con nombre que no es su estrella,
ni su nombre,
constela  entre  colores de su cielo.
La bruma del verano   que no es su bruma,
ni su verano,
susurra  murmurando su silencio…

domingo, 12 de febrero de 2012

CÓMO VOLVER...

Cómo volver…
Tomo el teléfono, y aunque dentro de mí  sé que es ella, igual atiendo. Y doy por sentado que regresaré apenas pueda. Cuelgo y mirando por la ventana, ajeno a ese paisaje que ante mí se presenta sin capturar mi atención, aunque si lo hace la oscuridad tras las luces, me quedo pensando.
Era una especie de animal cruzando un circulo de fuego, debía volver… los tiempos habían expirado. Mi oasis se acabó, el aire que lento entraba a mis pulmones se despedía, las noches de sonrisas copa en mano también, todo volverá a ser arena golpeando en mi rostro he de regresar a mi desierto. Y lo haré doscientos cincuenta veces más,  aún sintiendo que un perro enfurecido desgarra mi alma, pero a pesar del dolor que me causa, lo haré.
Dejaré aquí mi oasis para cuando el desierto ahogue, cuando el aire se envicie demasiado y el dolor  más que doblar me quiebre.

sábado, 11 de febrero de 2012

De Alfredo Leuco, y lo suscribo

No me gusta la demagogia. Ni los que se prestan a las operaciones de marketing del gobierno. No me gusta que me usen. Me parece una falta de respeto a la inteligencia de los argentinos que una serie de ricos y famosos intente mostrarse como almas sensibles y caritativas. Ayer lo definimos acá como jueguito para la tribuna o venta de humo.
A mí y a la inmensa mayoría de los argentinos nos van a sacar los escandalosos subsidios sin que movamos un dedo.
Por supuesto que tampoco voy a hacer nada para que me mantengan los subsidios. A todas luces no los necesito. Pero tampoco necesito hacer exhibición de mi bondad para que el gobierno haga propaganda y oculte el tema de fondo. La única verdad es que acá muchos sectores que no son desocupados ni excluidos van a ser castigados con la quita de los subsidios. Conozco infinidad de gente que se va a agarrar la cabeza cuando le lleguen multiplicados por dos o por tres el gas, la luz y el agua. Son ciudadanos argentinos a los que esa situación les hace un agujero terrible en su frágil economía. Gente que vive con lo justo. Que mantiene a sus suegros o a sus viejos porque todavía son castigados con la injusticia de no recibir el 82% móvil (denegado por la excelentísima sra. Presidenta – agrego yo). Parejas jóvenes en los que uno solo de los integrantes tiene trabajo con un sueldo apenas modesto. Pero les van a sacar los subsidios porque tienen un departamentito de 60 metros cuadrados. Lo heredaron de sus viejos y es lo único que tienen en el mundo. Todo es una farsa. Una gigantesca improvisación, un volantazo tras otro de parte de un gobierno que quiere disfrazar este paso atrás como un paso adelante en la equidad social.
Los que pueden pagar no necesitan ayuda del estado. OK. ¿Cual es la novedad? ¿Cómo explican los millones y millones que les regalaron a grandes empresas y a millonarios con el dinero de todos los arge ntinos?
¿Quieren tapar todo con esta cortina de humo? Tratan de instalar un campeonato de ricos y famosos para ver quien es más generoso y desprendido. Para un gobierno que se dice progresista, ¿No sería mejor una reforma tributaria para que el sistema sea menos regresivo? En la lista hay de todo.
La encabeza la presidenta de la Nación porque quieren transmitir que ella es la que se pone a la cabeza del operativo desprendimiento para todos y todas. Preguntas: ¿Renunció a los subsidios en las 25 propiedades que tiene?
Porque la presidenta es propietaria de 2.905 metros cuadrados de 18 casas, 688 de 4 departamentos, 558 de dos locales y 2.100 de un terreno. ¿Todos tenían subsidios?
Otra pregunta: ¿A que renunciaron Amado Boudou y Julio de Vido? Porque sus viviendas en Puerto Madero y en un country ya habían perdido el privilegio del subsidio. ¿O la idea es desviar la atención y disfrazar de épica revolucionaria un simple hecho administrativo que además es innecesario porque el subsidio se lo van a sacar igual? En la lista de los primeros que renunciaron a los subsidios hay de todo. Gente que elude y evade impuestos.
Gente que tiene que rendir cuentas a la justicia por mentir en sus declaraciones juradas para pagar menos, o que fingió una quiebra o que no dan facturas para embolsar en negro parte de lo que ganan o que dibujan sociedades extrañas en el culo del mundo para no ser tan solidarios como quieren mostrarse ahora. Tiene razón Beatriz Sarlo cuando dice que todo esto se parece más a una campaña de autopromoción y a una especie de test moral o examen de ingreso para los que quieren participar en la kermesse de las almas bellas.
Yo no voy a hacer ninguna presentación y por lo tanto me van a sacar los subsidios. Y sin hacer tanta alharaca. Que el gobierno deje de gastar dinero en la publicidad oficial que intenta hacer creer a la gente que el desprendimiento invadió la vida de ricos y famosos. Que el gobierno proceda. Que pague los costos políticos correspondientes por haber mantenido durante tanto tiempo una política arbitraria, injusta y de absoluta oscuridad ética.
Dejen de tirar fuegos artificiales. Dejen de sobreactuar para esconder estos ajustes y los que se vienen. Conmigo no cuenten. Conmigo no, De Vido. Yo no renuncio.

jueves, 9 de febrero de 2012

SINE DIE

Mis anteojos de miope se  caen de la mochila al  sacar las llaves  para entrar; el ruido de vidrios aplastados por  mi propia bota me  hace volver  a la realidad de este martes largo que sí, se apagó el domingo, después de haberse consumido durante cuánto tiempo… No lo sé.
La oscuridad  cede ante la hazaña  de las estrellas y  el ánimo plateado de la luna traza un sendero ya conocido, complicando la noche, única amiga fiel de la razón que, obstinada,  tanto se aleja del buen juicio y no logra separar el presente de lo que pasó y pasaba. 
Hoy es veinte de mayo  y huele a humo de hojas quemándose en las zanjas. El viento nocturno y otoñal  de este  pueblo, arrastra  desde el campo y desde los caseríos, la tierra finita  de las calles formando un remolino seco,  otra vez, en  esta esquina. Las pocas viviendas  de las cuatro manzanas que aquí desembocan, no han variado. Y quizá yo tampoco,  y es por eso que vuelvo, o por el deseo de sentir que nada cambia, queriendo ignorar  el fluir continuo de las aguas del río, desconociendo al gran Heráclito, y de paso olvidándome, para intentar olvidar.
Las puertas oscuras de madera entornadas,  los vidrios quebrados que adivino, nadie ha deseado cambiar, concuerdan con los sonidos  apartados de los cubiertos siempre resistentes en  una mesa en la que se está cenando.  Y sucede  una noche más,  donde  hasta la rutina de  los chistidos agudos reclamando silencio y  el ladrido constante del perro de Sil, se confunden. 
No hablar del pasado, para disfrutar el presente.  No preguntar, para contentarse. Contentarse por lo que no se dice, con lo que se oculta. Recrear sin palabras que comprendan el antes para  conformar un presente sin hilos, entonces sin nudos, entonces sin cortes. Conducen los hilos.
Hacer desacontecer el antes y borrarlo, como cuando  el amor se va y deja ese sabor amargo, vacuo y quieto muy dentro, por  todo lo que  en el pasado, ha sido.